Se ha podido demostrar científicamente que, en condiciones cuidadosamente controladas, que se puede integrar el titanio con el hueso vivo, con un alto grado de predictibilidad, y sin inflamación de los tejidos blandos que lo rodean.
A esta unión intima de las células óseas con la superficie del titanio es a lo que se denomina oseosteointegración (el hueso acepta el titanio como si en realidad formara parte de la estructura del propio organismo, produciendo de esta forma una soldadura biológica y creciendo a su alrededor).
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